12 de marzo:
RUTA: EL BAZTAN
60 Km
800 de desnivel
Dicho lo cual, y siendo las 9:00
a.m. nos presentamos en el parque unos cuantos dispuestos a disfrutar del
ambiente primaveral y del buen olor de los almendros florecidos.
Y allí lo primero es aprobar los
colores de la nueva vestimenta que nos enseña un Fulgen siempre diligente y
pertinaz. Por unánime decisión se deja de lado el azul-mono y se da por bueno
el de color pelín oscuro. Se percibe una satisfacción general en el grupo ante
el nuevo diseño, lo que no deja de ser un halago para los que se han ocupado de
este asunto, y no voy a decir quienes porque se lo tienen muy creído….
Ni Lobo, ni Miguel ni Roberto, ni
Aga, por su posición adelantada en toda la ruta serán conscientes de los
vaivenes que hay atrás, como otras veces, pero en este caso, incrementados por el
anunciado abandono provisional de Atreyu y la desaparición, de Isacio y su posterior
reaparición, casi milagrosa.
La culpa en este caso no fue el
despiste sino la bici. Aquejada de graves problemas en el cambio a punto estuvo
de tirarla por el barranco. Pero Ángel se empeñó en evitarlo haciendo notar su
valía mecánica y su paciencia. Aun así, estoy seguro que de haber sabido que le
iba a dar tanta guerra la puta bici, seguro que Isacio se habría dado la vuelta
con Atreyu antes de subir las antenas y se habría largado a celebrarlo al Santa
Cruz.
Bueno total, que ya en ruta, con Pezuela
en lontananza se arrimaron unos perdidos que en teoría se iban a venir con nosotros
hasta el Baztán y en la práctica volvieron a perderse vaya usted a saber,
cuando, cómo y por qué.
Llegado el punto de inflexión de
la ruta, en la fuente de Pezuela, decido tomar el mando de las operaciones, puesto
que se suponía era el guía, y meto a la tropa por la primera variante, por la
“calle de las cruces”, según reza en google maps. Enseguida nos cruzamos con un
lugareño por lo menos nonagenario que a lobo y a mí en una comparativa rápida, nos
dio más que envidia.
Y mientras, al fondo, muy al
fondo y por detrás, seguía el paso del grupo Esteban, que se había tomado la
ruta en términos contemplativos. Y junto a él vagaba el Primo, todo pundonor, al
que se le oyó elogiar la novedad del nuevo trayecto, ahora ya Camino de la Vega.
Un trayecto que aseguró le resultaba ameno para la vista, por los nuevos
paisajes verdes, cual praderas, que bordeaban siempre el arroyo del mismo
nombre.
Eso sí, nos perdimos la trialera
de bajada del arroyo, pero al menos por esta vez parece que mereció la pena.
En na, nos plantamos en el punto
de entrada a la subida tradicional al pinar, esa que tanto se nos atraganta. Y
allí mismo, haciendo valer mi condición de guía, hice saber a todo el mundo que
por esta vez pasábamos de sufrir y que iríamos por otro sitio más asequible. El
asentimiento de Fran llegó de inmediato y lo mismo, pero casi con aplausos, el
del Primo, en tanto que Fulgen, todo hay que decirlo, fruncía el entrecejo y
reviraba, completando el gesto del que no se fía un pelo.
Miguel, que ya conocía el camino
alternativo y yo mismo (que lo había visto justo el día antes), salimos a
escape para que nadie hiciera preguntas engorrosas y enfilamos pista abajo por
la Calle de los Huertos rumbo a Olmeda de las Fuentes (por cierto, ya habrá
ocasión de acercaremos e este bonito pueblo). Enseguida cruzamos la carretera y
en un santiamén después de un rato de sendero nos hallamos al pie del subidón
de la jornada, o sea del camino alternativo a la cuesta del pinar.
Dale que te pego parriba y sin
contratiempos coronamos al pie de la carretera que enfila al Nuevo Baztan; y
digo sin contratiempos porque la leche que se pegó Fulgen contra una piedra en
la mitad de la cuesta es para compadecer a la piedra misma, porque el tío, que para
esto es como un roble, lanzó la piedra en cuestión con tanto arrojo que llegó casi
a los huertos de Olmeda.
Ya arriba y tos reagrupaos, los
más valientes deciden explorar un sendero para no pisar el asfalto (sin que Ángel
se enterara, claro) y con la buena fortuna de que el sendero culminaba la
ascensión en la misma entrada al Nuevo Baztán, justo lo que estábamos
esperando.
Entramos en el pueblo por la zona
sur, por la pradera que llaman “La Campa” donde los neobaztaneses celebraban La Javierada una fiesta religiosa. Y
como el cuerpo y el alma van de la mano, vaya olorcito a churrasco y otras
viandas que desprendían las barbacoas de los celebrantes, muchos de ellos por
lo que vimos, procedentes de la misma Navarra.
Hicimos el reposo y
avituallamiento habitual y justo antes de emprender el regreso se nos aparece
Isacio, al que todos dábamos por muerto (¡en sentido figuro, por dios!) y tan
campante como preocupado por sus problemas en el cambio que no le abandonarían
hasta que llegamos al Santa Cruz.
Ese regreso fue como tantos
otros, aunque aquí Esteban se superó a sí mismo en su afán ciclo turista
mientras silbaba el “resistiré” y se merendaba un plátano en plena ruta.
Fulgen, como se las andaba hoy contra el cronómetro, se adelantó para coger
mesa y poder tomar siquiera una jarra antes de irse pa casa, y los demás
acabamos llegando más o menos a la hora prevista bajando a saco por la trialera
del restaurante (bueno, eso es lo que parece que hicieron Miguel, Lobo, Roberto
y Agapito; Fran y yo, sin embargo nos entretuvimos con el paisaje…)
En el Santacruz nos esperaba
también Atreyu, que para esos menesteres hay que ver cómo se las arregla de
bien. Y fue a la hora de pagar la primera de las rondas, cuando comprendimos el
empeño de Isacio por no abandonar la ruta; en efecto, allí estaba cartera en
mano para recordarnos que su cumple había sido la semana anterior y quería
dejar constancia de ello cubriendo la invitación. ¡¡Felicidades compi, y que lo
sigas celebrando muchas veces más!!
Y como siempre, sobre todo fue en
esa mesa donde nos acordamos de los que hoy no pudieron asistir, sobre todo a
los más habituales, Pedrín que se anda por tierras teutonas, el Azu, que al
parecer tenía entreno especial; o Manolo que se quiere preparar a fondo; o
Prieto que se hace el interesante y no quiere presentar a su nueva burra en
sociedad hasta que la tenga por bien domada; o Juanjo que dice que se va de
pedagogo con los críos (aunque todo sabemos que es una forma encubierta de
coger forma). Y como no de Floren, (por tierras extremeñas), de Quique, de Josear o del Guille al que
todos le deseamos que disfrute del Brexit.
Y mientras los demás se piden
otra, abandono la sana compañía pensando que, por esta vez, y sin que sirva de
precedente, me toca lo de la crónica y eso me fastidiará la siesta y me
impedirá ver el partido del Barsa, pero no importa, que le voy a hacer, el
deber es el deber!!
Salud y amor
Pepe
ANEXO: Un Pelín de historia: El Nuevo Baztán.
El pueblo fue fundado por Juan de Goyeneche, en la época de
Carlos II. Goyeneche era de un pueblo del Valle del Baztán, en Navarra. Encargó al arquitecto Churriguera el
diseño del palacio, la iglesia y la zona industrial. El conjunto puede
considerarse la primara forma de ciudad industrial.
Construye
fábricas de cristal y paños. Según algunos historiadores se trajo agotes
procedentes del Valle del Baztán que estos
pudieran huir del acoso de los habitantes en Navarra, empleándolos como mano de
obra barata en la construcción de las casas y como administradores y
escribientes debido a sus conocimientos del idioma francés.
(Los agotes son
un grupo social minoritario. Eran artesanos que trabajaban la piedra y la
madera, posteriormente también el hierro. Durante casi ocho siglos fueron
víctimas de discriminación socioeconómica. Acusados durante siglos de mantener
prácticas religiosas paganas fueron segregados y tratados como «raza inferior». Se les
impedía contraer matrimonio con el resto de la población, forzándoles a la endogamia lo cual, a su vez, reforzaba el rechazo social. Los
agotes eran obligados a vivir fuera de los núcleos habitados, a vestir un
ropaje para ser identificados como tales y a llevar en sus prendas un signo
rojo similar a una huella de pata de oca o pato, parecido al que debían portar
los llamados «gafos», ya que se creía que
los agotes eran «portadores de enfermedades»)
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