domingo, 12 de marzo de 2017

EL NUEVO, NUEVO BAZTAN


12 de marzo:
RUTA: EL BAZTAN
60 Km
800 de desnivel

¿Tras la resaca del histórico 6-1, ¿en verdad merece la pena ver partidos de la liga doméstica? A esa pregunta respondo dedicándome de lleno a la redacción de esta crónica, y como hacen los buenos cronistas, sin querer saber nada más.

Dicho lo cual, y siendo las 9:00 a.m. nos presentamos en el parque unos cuantos dispuestos a disfrutar del ambiente primaveral y del buen olor de los almendros florecidos.
Y allí lo primero es aprobar los colores de la nueva vestimenta que nos enseña un Fulgen siempre diligente y pertinaz. Por unánime decisión se deja de lado el azul-mono y se da por bueno el de color pelín oscuro. Se percibe una satisfacción general en el grupo ante el nuevo diseño, lo que no deja de ser un halago para los que se han ocupado de este asunto, y no voy a decir quienes porque se lo tienen muy creído….

Ni Lobo, ni Miguel ni Roberto, ni Aga, por su posición adelantada en toda la ruta serán conscientes de los vaivenes que hay atrás, como otras veces, pero en este caso, incrementados por el anunciado abandono provisional de Atreyu y la desaparición, de Isacio y su posterior reaparición, casi milagrosa.

La culpa en este caso no fue el despiste sino la bici. Aquejada de graves problemas en el cambio a punto estuvo de tirarla por el barranco. Pero Ángel se empeñó en evitarlo haciendo notar su valía mecánica y su paciencia. Aun así, estoy seguro que de haber sabido que le iba a dar tanta guerra la puta bici, seguro que Isacio se habría dado la vuelta con Atreyu antes de subir las antenas y se habría largado a celebrarlo al Santa Cruz.

Bueno total, que ya en ruta, con Pezuela en lontananza se arrimaron unos perdidos que en teoría se iban a venir con nosotros hasta el Baztán y en la práctica volvieron a perderse vaya usted a saber, cuando, cómo y por qué.

Llegado el punto de inflexión de la ruta, en la fuente de Pezuela, decido tomar el mando de las operaciones, puesto que se suponía era el guía, y meto a la tropa por la primera variante, por la “calle de las cruces”, según reza en google maps. Enseguida nos cruzamos con un lugareño por lo menos nonagenario que a lobo y a mí en una comparativa rápida, nos dio más que envidia.

Y mientras, al fondo, muy al fondo y por detrás, seguía el paso del grupo Esteban, que se había tomado la ruta en términos contemplativos. Y junto a él vagaba el Primo, todo pundonor, al que se le oyó elogiar la novedad del nuevo trayecto, ahora ya Camino de la Vega. Un trayecto que aseguró le resultaba ameno para la vista, por los nuevos paisajes verdes, cual praderas, que bordeaban siempre el arroyo del mismo nombre.
Eso sí, nos perdimos la trialera de bajada del arroyo, pero al menos por esta vez parece que mereció la pena.

En na, nos plantamos en el punto de entrada a la subida tradicional al pinar, esa que tanto se nos atraganta. Y allí mismo, haciendo valer mi condición de guía, hice saber a todo el mundo que por esta vez pasábamos de sufrir y que iríamos por otro sitio más asequible. El asentimiento de Fran llegó de inmediato y lo mismo, pero casi con aplausos, el del Primo, en tanto que Fulgen, todo hay que decirlo, fruncía el entrecejo y reviraba, completando el gesto del que no se fía un pelo.

Miguel, que ya conocía el camino alternativo y yo mismo (que lo había visto justo el día antes), salimos a escape para que nadie hiciera preguntas engorrosas y enfilamos pista abajo por la Calle de los Huertos rumbo a Olmeda de las Fuentes (por cierto, ya habrá ocasión de acercaremos e este bonito pueblo). Enseguida cruzamos la carretera y en un santiamén después de un rato de sendero nos hallamos al pie del subidón de la jornada, o sea del camino alternativo a la cuesta del pinar.

Dale que te pego parriba y sin contratiempos coronamos al pie de la carretera que enfila al Nuevo Baztan; y digo sin contratiempos porque la leche que se pegó Fulgen contra una piedra en la mitad de la cuesta es para compadecer a la piedra misma, porque el tío, que para esto es como un roble, lanzó la piedra en cuestión con tanto arrojo que llegó casi a los huertos de Olmeda.

Ya arriba y tos reagrupaos, los más valientes deciden explorar un sendero para no pisar el asfalto (sin que Ángel se enterara, claro) y con la buena fortuna de que el sendero culminaba la ascensión en la misma entrada al Nuevo Baztán, justo lo que estábamos esperando.

Entramos en el pueblo por la zona sur, por la pradera que llaman “La Campa” donde los neobaztaneses celebraban La Javierada una fiesta religiosa. Y como el cuerpo y el alma van de la mano, vaya olorcito a churrasco y otras viandas que desprendían las barbacoas de los celebrantes, muchos de ellos por lo que vimos, procedentes de la misma Navarra.

Hicimos el reposo y avituallamiento habitual y justo antes de emprender el regreso se nos aparece Isacio, al que todos dábamos por muerto (¡en sentido figuro, por dios!) y tan campante como preocupado por sus problemas en el cambio que no le abandonarían hasta que llegamos al Santa Cruz.

Ese regreso fue como tantos otros, aunque aquí Esteban se superó a sí mismo en su afán ciclo turista mientras silbaba el “resistiré” y se merendaba un plátano en plena ruta. Fulgen, como se las andaba hoy contra el cronómetro, se adelantó para coger mesa y poder tomar siquiera una jarra antes de irse pa casa, y los demás acabamos llegando más o menos a la hora prevista bajando a saco por la trialera del restaurante (bueno, eso es lo que parece que hicieron Miguel, Lobo, Roberto y Agapito; Fran y yo, sin embargo nos entretuvimos con el paisaje…)

En el Santacruz nos esperaba también Atreyu, que para esos menesteres hay que ver cómo se las arregla de bien. Y fue a la hora de pagar la primera de las rondas, cuando comprendimos el empeño de Isacio por no abandonar la ruta; en efecto, allí estaba cartera en mano para recordarnos que su cumple había sido la semana anterior y quería dejar constancia de ello cubriendo la invitación. ¡¡Felicidades compi, y que lo sigas celebrando muchas veces más!!

Y como siempre, sobre todo fue en esa mesa donde nos acordamos de los que hoy no pudieron asistir, sobre todo a los más habituales, Pedrín que se anda por tierras teutonas, el Azu, que al parecer tenía entreno especial; o Manolo que se quiere preparar a fondo; o Prieto que se hace el interesante y no quiere presentar a su nueva burra en sociedad hasta que la tenga por bien domada; o Juanjo que dice que se va de pedagogo con los críos (aunque todo sabemos que es una forma encubierta de coger forma). Y como no de Floren, (por tierras extremeñas), de Quique, de Josear o del Guille al que todos le deseamos que disfrute del Brexit.

Y mientras los demás se piden otra, abandono la sana compañía pensando que, por esta vez, y sin que sirva de precedente, me toca lo de la crónica y eso me fastidiará la siesta y me impedirá ver el partido del Barsa, pero no importa, que le voy a hacer, el deber es el deber!!

Salud y amor
Pepe


ANEXO: Un Pelín de historia: El Nuevo Baztán.

El pueblo fue fundado por Juan de Goyeneche, en la época de Carlos II. Goyeneche era de un pueblo del Valle del Baztán, en Navarra. Encargó al arquitecto Churriguera el diseño del palacio, la iglesia y la zona industrial. El conjunto puede considerarse la primara forma de ciudad industrial.

Construye fábricas de cristal y paños. Según algunos historiadores se trajo agotes procedentes del Valle del Baztán que estos pudieran huir del acoso de los habitantes en Navarra, empleándolos como mano de obra barata en la construcción de las casas y como administradores y escribientes debido a sus conocimientos del idioma francés.


(Los agotes son un grupo social minoritario. Eran artesanos que trabajaban la piedra y la madera, posteriormente también el hierro. Durante casi ocho siglos fueron víctimas de discriminación socioeconómica. Acusados durante siglos de mantener prácticas religiosas paganas fueron segregados y tratados como «raza inferior». Se les impedía contraer matrimonio con el resto de la población, forzándoles a la endogamia lo cual, a su vez, reforzaba el rechazo social. Los agotes eran obligados a vivir fuera de los núcleos habitados, a vestir un ropaje para ser identificados como tales y a llevar en sus prendas un signo rojo similar a una huella de pata de oca o pato, parecido al que debían portar los llamados «gafos», ya que se creía que los agotes eran «portadores de enfermedades»)






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